lunes, 29 de agosto de 2011

TRELLEZ, DIOS BENDIGA A SU HIJO

"TRÉLLEZ, DIOS BENDIGA A SU HIJO"

Hace 26 años, ese era el grito en Turbo Antioquia, cuando iba por las calles polvorientas, Héctor Tréllez, un pescador venido desde Tagachí, Chocó y radicado en este caluroso puerto del Urabá antioqueño.

Nuestra selección Colombia de fútbol, dirigido por Marroquín, participaba del XI Campeonato Juvenil de América, en Asunción Paraguay. Como lo contó, en ese entonces nuestro cronista Juan José Hoyos, (EL TIEMPO, febrero de 1985) cuando uno de esos muchachos, de piernas de ébano y llamado John Jairo, encajó un gol cargado de técnica y de picardía a Uruguay, la gente extasiada le gritaba a aquel viejo pescador:

“Tréllez, Dios bendiga a su hijo”.

Es lo que seguramente gritaron, o al menos debieron pensar, miles de seguidores escarlatas este sábado, cuando vos, Santiago, hijo de la Turbina, fuiste de nuevo uno de los héroes de jornada. “Tréllez, Dios Bendiga a su hijo”, musitaron seguramente muchos hinchas rojos cuando pateaste al arco para que no la alcanzara el cancerbero del Tolima.

Y fue lo mismo que gritaron hace una par de jornadas al verte cabecear horondo, y recordaron a John Jairo, tu padre, aquel delantero turbeño que se cansó de hacer goles hace un par de décadas.

No debe ser fácil eso de llamarse Santiago pero que te llamen Tréllez. Pese a ser tan espigado como él, la paternal sombra larga se aparecerá recurrente detrás de tu nombre y tu figura. Esos 116 goles de la Pantera, marcados con el Nacional; esa tantas veces enfundada camiseta de la Selección Colombia, la misma con la que debutara por allá en el 85 en Paraguay y que luciera por casi una década en diversas categorías, será como un látigo que te recordará inclemente tu condición de heredero.

No debe ser fácil eso de llamarse Santiago pero que te llamen Tréllez y que siempre el espejo retrovisor esté puesto hacia aquel padre-ariete de goles y de zancadas de ensueño que llenó de magia muchas canchas de aquí y de allá, por largos años. Que fue seguramente, aunque nos cueste reconocerlo, una de nuestras envidias.
Tampoco será fácil, pues siempre se estará recordando que esa Pantera, tu padre, fue uno de los delanteros más letales de nuestro rival de patio y uno de sus bastiones referentes. Siempre la emulación, la comparación y por ende la presión para que tu demuestres amor por el Rojo. Amor que sólo te reconocerán si dejás esa camiseta empapada de sudor y la pelota cientos de veces en el arco contrario.

Aquel sábado casi te revisten de ídolo, cuando fuiste un constante peligro para el arco de Millonarios y luego cuando hiciste dos goles para el Medellín. Cuando cabeceaste el cielo en un par de veces. Ahora de nuevo la alegría se repite. Pues además de marcar el equipo le ganó a uno grande. No de Copas añejas sino de un inmenso presente.

Será difícil además de llamarte Tréllez, porque te compararán, o harán que empecemos a no extrañar tanto a nuestro Jackson o a Arias, que recién se tornaba en nuestro ídolo.

No debe ser fácil que te llamen Tréllez, pues la gran prensa podrá, por eso mismo, ponerte hoy en el Olimpo y mañana mandarte al más olvidado de los avernos. Sólo porque te llaman Tréllez.

No debe ser fácil que te llamen Tréllez cuando nuestro equipo está hambriento de goles y los hinchas ansiosos de victorias. Y ojalá que este domingo y los venideros, nos hagas de nuevo recordar a tu padre, para decirle que “Dios te bendiga”. Pero que a punta de goles y de jugadas de crack, nos digas que lo de tu padre, es mero recuerdo. Lo que cuenta en este fútbol exitista es el presente. Y que tú, con tus goles seás nuestro presente. ¡Que tu Dios te bendiga!

GUILLERMO ZULUAGA CEBALLOS

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